Aclaraciones

Apreciado lector:

¡Gracias por visitar la bitácora!

Todos los artículos de esta bitácora son de interés permanente; es decir, no pierden valor ni envejecen con el paso del tiempo.

Podrá usted leer todos y cada uno de los artículos publicados en esta bitácora viendo el ÍNDICE DE ARTÍCULOS Y TEMAS, ubicado en la columna derecha. Allí aparecen los títulos de todos los artículos publicados aquí, y pinchando en cada uno de ellos se podrá leer el artículo correspondiente.

Los artículos de esta bitácora NO son copias de otros artículos de otras páginas de internet, excepto si se dice lo contrario. Casi todos ellos no son de la web, sino de publicaciones impresas.

Todos o casi todos los artículos aquí publicados han aparecido por primera vez en internet en este sitio. Aunque se han publicado antes en libros y revistas, todos o casi todos ellos son una novedad en internet.

Los artículos publicados aquí son transcripciones de libros y revistas cuya calidad y seriedad son incuestionables.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Enjuiciamiento de animales.


Enjuiciamiento de animales
.
Cuando se procesaba a los animales

Por A. Alexander

    Cierto día de 1442 se constituía en la plaza de abastos de Zurich el tribunal que debía entender de una causa grotesca. Magistrados con el traje e insignias de su cargo tomaron asiento en el estrado erigido frente al palacio de justicia; un macilento alguacil, puesta en alto la negra vara de su ocio, ordenó en voz resonante:
    ¡Traed al acusado!

    Viose llegar a este mandato, en recia y pesada jaula, el ser cuya suerte iba a decidirse. ¡Era un corpulento lobo al que juzgarían con toda la solemnidad por la muerte de dos niñas!

    Un docto fiscal inició la vista de la causa con los cargos contra el reo; una abogado no menos docto defendió al culpable. Se adujeron en pro y en contra interpretaciones legalistas; acusador y defensor citaron en su apoyo respectivos textos de reconocidas autoridades; llamóse a declarar a los testigos. Por último, el tribunal declaró convicta a la hirsuta fiera y la condenó a morir en la horca. Sin más dilación, en medio de la algazara de la muchedumbre, se procedió a dar cumplimiento a la sentencia.

    Los juicios en que el acusado era un irracional se cuentan entre las ceremonias más fantásticas de la Edad Media. No fueron, por otra parte, infrecuentes: un historiador enumera doscientos en el solo espacio de un siglo.

    Sirva de ejemplo el estrafalario espectáculo que ofreció en 1386 la antigua villa normanda de Falaise cuando se juzgó allí al cerdo acusado de la muerte de un niño. La vista de la causa fue motivo de fiesta a la que asistió el pueblo en masa. El tribunal conceptuó con toda seriedad que cumplía decapitar al reo. Vistieron al desafortunado puerco ropas de hombre, y lo azotaron y mutilaron antes de llevarlo al tajo.

    El caso más común de fechorías de animales domésticos era el de niños muertos por cerdos. Vagando en libertad por villas y aldeas, estos animales venían a ser una especie de policía de sanidad. Nunca dejaban de acudir adonde hubiese desperdicios o cualquier clase de basuras, y la vida semimontaraz los había vuelto tan fieros, que todo niño de corta edad peligraba en su presencia.

    En 1547 juzgaron en Sévigny una cerda con sus seis lechones, acusados de haber dado muerte y devorado a un niño. El abogado defensor supo hacerlo tan bien, que sólo la cerda fue condenada a muerte, en tanto que las crías salieron absueltas, por considerar el tribunal que lo tierno de su edad y el mal ejemplo materno las eximía de culpa. Sin embargo a las tres semanas los mismos seis cerditos comparecían de nuevo ante el tribunal por haberse negado el dueño a salir fiador de que no reincidirían. Temió el hombre que los malos instintos de la madre se manifestaran en la prole.

    El hijo de un joven porquerizo borgoñón pereció el 5 de septiembre de 1370 víctima de tres cerdas que, por lo visto, creyeron que el muchacho trataba de maltratar a sus lechoncillos. Toda la piara quedó presa, acusada de complicidad. Alegó el dueño que los lechones debían ser absueltos, y el duque de Borgoña, convencido por sus razones, falló que solamente las tres marranas debían sufrir la pena capital, «aun cuando los otros cerdos que presenciaron la muerte del niño no trataron de defenderle».

    También hubo juzgamientos de toros bravos. En 1341 murió en Moissy un hombre de resultas de las heridas que le infirió uno de estos bovinos. Encerraron al culpable en la cárcel, como a cualquier otro preso según lo acostumbraban en aquellos días cuando el animal era de gran corpulencia, lo juzgaron y lo sentenciaron a morir ahorcado.

    El tribunal de Dijón condenó en 1639 a la última pena un caballo culpado de la muerte de un hombre. En época aún más cercana a la nuestra, en 1694, el tribunal superior de la provincia de Aix sentenció a la hoguera una yegua. Tanto en uno como en otro caso, se conceptuó que el animal estaba endemoniado; y de las declaraciones de testigos vino a resultar... que el caballo y la yegua obraron con premeditación al cometer sus crímenes.

    Al tratarse de roedores o de insectos difíciles ambos de aprisionar en gran número correspondía juzgarlos a los tribunales eclesiásticos antes que a los civiles, probablemente en atención a que allí donde no alcanzaba el brazo de la justicia ordinaria llegaría sin duda alguna el poder de los anatemas. De este modo, una vez que varios de los roedores o insectos eran juzgados, convictos y ejecutados con todos los requisitos de la ley, se fulminaba anatema contra el resto de sus semejantes.

    En la vista de las causas seguidas a irracionales se acudía a cuentos recursos concedían las leyes. Fue así como un gran jurisconsulto francés, Bartolomé de Chasseneux, nació a la fama en 1521. El tribunal que entendía de la causa seguida a las ratas que destruyeron la cosecha de cebada de la provincia de Autún, nombró defensor de los roedores a Bartolomé de Chassenuex, joven abogado en aquel entonces. Cuando éstos no comparecieron a la primera citación, el defensor sostuvo con buenas razones que la citación había pecado de insuficiente, pues sólo se hizo en forma local, sin que comprendiese a todas las acusadas, que eran las ratas de la diócesis entera.

   Tampoco obedecieron las ratas a la nueva citación. Bartolomé de Chasseneux alegó entonces que el temor a «gatos mal intencionados» perteneciente a los demandantes cohibía a sus defendidas para salir de los agujeros. Arguyó, por añadidura,  que la citación implica que se provea de seguridad al citado durante el tránsito, así de ida como de regreso. Por lo que, concluyó el defensor, era de justicia que los demandantes prestasen crecida fianza de que sus defendidas no correrían riesgo de verse maltratadas en el camino. Conceptuó el tribunal que procedía conceder lo solicitado por el defensor; no quisieron los demandantes exponerse a perder la fianza, y la causa quedó sobreseída.

    En 1499, el abogado defensor de un oso que causó graves daños en las aldeas de la selva Negra, acudió al  peregrino expediente de sostener que al oso debía juzgarlo un jurado en que sólo sus iguales tomaran asiento. La discusión de este punto obligó a aplazar por más de una semana la vista de la causa.

    Los tribunales de aquellos tiempos llegaron al extremo de juzgar con todo el aparato judicial y condenar por asesinato  a perros atacados de rabia. Lo que es más: estaba expresamente estatuído que el perro hidrófobo no pudiese alegar en su descargo la locura, bien así como que, por cada persona o animal  que hubiese mordido, debía castigársele con sucesivas mutilaciones, que empezaban por la pérdida de las orejas, la de la cola y seguían con la de las cuatro extremidades. Tras de suplicio tan bárbaro, venía la última pena.

    En los juicios de animales entraban a veces en juego diversos aparatos de tortura, con los cuales se pretendía obligar al reo a decir la verdad. Los bufidos o alaridos que lanzase el animal torturado se consideraban confesión de culpabilidad.

    Ocasiones hubo en que se aceptasen irracionales en calidad de testigos. Un hombre al cual acusaban de una muerte ocurrida en su casa, compareció  ante el tribunal llevando a su gato, su perro y su gallo. Cuando declaró bajo juramento ser inocente y ninguno de los tres animales le contradijo, los jueces lo absolvieron sin más averiguaciones. La presunción fue que de haber mentido ese hombre, Dios habría obrado el milagro de contradecirle por boca de los animales para que el homicidio no quedase impune.

    La justicia medieval llamaba virtualmente a todo irracional, desde el insecto hasta el cuadrúpedo, a responder de sus actos. Los cerdos, gatos, cabras y perros, si eran de color negro, hallaban a los jueces predispuestos en contra suya, pues se estimaba que ese color era el preferido de Satanás, y característico de sus apariciones cuando se presentaba convertido en animal. A las serpientes y los gatos los quemaban a veces en cestas suspendidas sobre hogueras, sin dejar de observar, por supuesto, todas las formalidades prescritas por la ley en tales casos.

    No ha habido quien halle explicación racional a esos juicios en que eran parte los brutos. Según se colige, el hombre del Medioevo creía que los animales podían estar poseídos de los demonios, o, a lo que se infiere, ser en algunos casos el mismo demonio, que adoptaba la forma de cerdo o de macho cabrío. Con frecuencia esos juicios no pasaban de ser espectáculos crueles, muy del gusto de una época en que las diversiones era a un tiempo escasas y brutales.
    «Selecciones» del Reader's Digest, tomo XVI, núm. 92. (Condensado por el R. D. de Nature Magazine).

domingo, 9 de septiembre de 2012

Pararrayos. Protección contra el rayo en edificios.


Pararrayos.
.Protección contra el rayo en edificios

Por Terrell Croft

    El rayo destruye aproximadamente  más 10.000.000 de dólares de valor de la propiedad cada año en Estados Unidos, en gran parte en las granjas. La Ocina de Normativas de los Estados Unidos estima que la pérdida anual es de $ 8.000.000, pero es probable que sea ésta una valoración conservadora.

El rayo cayendo en una casa.
       Ahora, se puede demostrar a partir de las estadísticas de recomendaciones, que los edicios científicamente bien equipados con protección contra rayos, son rara vez, o nunca, dañados por el rayo. Las estadísticas ables indican que los pararrayos, incluso los construídos a medida, que se instalan normalmente (y no siempre se disponen de los más eficaces) previenen al menos el 90 por ciento de los daños causados ​​por rayos. Los pararrayos, por lo que el reporte de la Oficina de Normativas afirma, reducen el riesgo de incendio por rayo hasta el 99 por ciento, en el caso de los graneros. Para toda persona que posea, o que espera una propiedad, he aquí algunos conocimientos prácticos sobre este importante tema, tal como se expone brevemente en este artículo. 

Una casa destruída por el rayo.
    Contrariamente a la impresión general, para instalar un sistema de pararrayos que sea el más eficaz, no se requieren conocimientos especiales y experiencia. Cualquier varilla de pararrayos colocado sobre una estructura, a condición de que un extremo esté conectado con la tierra, proporciona algo de protección, pero el objetivo es obtener la máxima protección con material comprado con un coste razonable.

    El moderno pararrayos eficaz es en gran parte el resultado de la experiencia práctica, ya que es aparentemente imposible reproducir en los laboratorios actuales las condiciones reales con las cantidades enormes de electricidad que participan en un rayo. En los dispositivos y en la instalación de un sistema de pararrayos la sencillez es deseable, y las consideraciones mecánicas son casi, si no del todo, tan importantes como las características eléctricas. Algunos de los términos utilizados se indican gráficamente en las figuras 1 y 2. Un terminal aéreo o barra (pararrayos propiamente dicho), una punta que constituye la extremidad superior de dicha barra, el conductor, por lo general una interconexión de cable o varilla de las barras y uniéndolos con las conexiones de tierra, las conexiones de tierra, y otras partes, se muestran allí.

Fig. 1. Protección de una casita de campo contra el rayo.
    Si el hierro o el cobre se deben utilizar en las porciones conductoras de una instalación de pararrayos, ha sido una cuestión muy debatida. A la luz de la experiencia hasta la fecha, se pueden sacar las siguientes conclusiones: eléctricamente, uno puede ser tan bueno como el otro. Con cualquiera de esos metales, los conductores deben ser lo suentemente gruesos y en los otros componentes del sistema que pueden llevar la corriente eléctrica en el momento de la caída de un rayo para asegurar que no se fundan.
Fig. 2. Detalles de una instalación en un tejado con barras cortas y una típica barra más larga.
    Debido al hecho de que el hierro no es tan buen conductor eléctrico como el cobre, es necesario, desde un punto de vista eléctrico, utilizar un conductor más pesado si está hecho de hierro que si es de cobre. El cobre resiste la acción de la intemperie mucho mejor que el hierro o acero comercial, y tiene, en prácticamente todas las condiciones, una vida casi indenida. El hierro y el acero del comercio tienen, hablando relativamente, una vida corta. En ciertos casos, donde las barras y conductores del pararrayos se han instalado en climas secos, o donde el aire es puro, o en los que se han mantenido pintados, a menudo han durado muchos años. Desde el punto de vista de la protección temporal, no hay mucha diferencia que el hierro o acero que se utilice para el varillaje y los conductores, siempre que se use suciente. Una instalación integralmente de hierro, correctamente dispuesta, brindará una protección mucho más eficaz que una instalación  de cobre aplicada sin tener en cuenta los hechos físicos. Además de endeble, de peso ligero y con excelente conductibilidad eléctrica, el cable de cobre de un pararrayos comprende alambres de diámetro muy pequeño, y posiblemente no sea tan bueno como un conductor de alambre pesado, porque el cobre es frágil y es probable que se rompa mecánicamente. Es posible que, desde este punto de vista, el hierro durase más que el cobre.
.
    Cobreado o enchapado en cobre, el pararrayos de hierro y sus accesorios de pueden distinguir fácilmente de los de cobre sólido; pero a menos de que uno esté familiarizado con la característica de los metales, el engaño puede ser difícil de detectar mediante inspección superficial. Probar el material por la atracción de un pequeño imán permanente, el cual no atraen a cualquiera de los metales comunes excepto el hierro y el acero. Si el imán se adhiere al metal, que parece ser de cobre o de latón, es una evidencia segura de que el revestimiento de cobre o de latón está ocultando un núcleo de hierro o de acero. El imán atraerá a través del engañoso enchapado o cubierta de cobre.
.
     Si debe o no debe la parte conductora del pararrayos estar aislada de un edicio, se responde imparcialmente por este hecho: Ahora sólo unos pocos de los fabricantes de materiales de pararrayos recomiendan y suministran aisladores para los conductores. Desde el punto de vista físico, los aisladores son indeseables para aislar los conductores del edificio, y la gran mayoría de los fabricantes conables de pararrayos suspendió el uso de aisladores desde hace mucho tiempo (*). Sin embargo, es probable que los aisladores diminutos, tal como los que se instalan, son casi inecaces como aislantes, en particular cuando están sucios o húmedos.
Fig. 3. Una instalación ideal de pararrayos: la estructura está totalmente enjaulada.
    Éstos son en ciertos casos la causa de las descargas laterales inductivas, porque pueden impedir que todas las partes y contenidos de las construcción alcancen rápidamente el mismo potencial eléctrico que el conductor del pararrayos.

Figs. 4, 5 y 6. Instalación típica en varios edificios; el objetivo es la máxima protección con mínimo material usado de forma razonable.
    La instalación de pararrayos ideal sería una jaula metálica que rodee la estructura. La jaula debe estar conectada eléctricamente a la tierra y rematada con puntas metálicas, como se muestra en la gura 3. En la práctica, las instalaciones no se hacen de esta manera, excepto cuando deben ser protegidos polvorines, depósitos de combustible y estructuras similares. Los métodos más económicos proporcionan una protección, aunque posiblemente no muestren ser las más adecuadas. El problema práctico en el diseño de la protección de un edicio consiste en usar la cantidad mínima de material que proporcione la protección máxima; y de manera que se aproxime a la disposición ideal de la jaula conectada a la tierra de la gura 3. Las figuras 4, 5 y 6 ilustran ejemplos de instalaciones típicas.
.
    El conductor debe ser preferiblemente de cobre. Puede ser de sección redonda, plana, tubular o de estrella, y sólida o tejida a partir de alambres en forma de cable, siempre que posea suciente resistencia mecánica y conductividad. El cable trenzado es mecánicamente más deseable que una disposición tubular, y probablemente presenta la mejor forma para pararrayos. No hay ninguna objeción válida práctica contra un conductor sólido, excepto que es difícil de manejar y de instalar. Normalmente deben ser fabricados y enviados en longitudes relativamente cortas que son unidas en el trabajo para formar el conductor completo. Los empalmes son indeseables; si se puede evitar, mucho mejor. Si se utiliza un conductor trenzado, sus alambres deben ser inferiores a 0,04 pulgadas de diámetro. En cambio, si los alambres son demasiado delgados, el conductor será mecánicamente débil. No hay ninguna razón para creer que el rayo se desplaza en forma de espiral; por consiguiente, un conductor retorcido no tienen ventajas en este sentido que el no retorcido.
.
    Para jar el conductor al edicio deben usarse grapas del mismo metal que el del conductor. Si dos metales diferentes se ponen en contacto, esto puede, en determinadas condiciones, causar una acción electrolítica entre ellos, lo cual hace que se coma uno de los metales en el punto de su contacto. Se usan abrazaderas para soportar cables conductores redondos. Elementos de jación especialmente diseñados se utilizan cuando el conductor no es de sección transversal circular. Como propuesta general, el conductor debe ser apoyado por lo menos cada dos pies y medio en los tramos horizontales. Un conductor nunca debe ser atravesado con clavos, ni colocado torcido ni doblado en ángulo agudo, sobre todo si se trata de un cable. Tal tratamiento ciertamente puede romper algunos de los lamentos.||
    Revista «Mecánica popular».
________________________
     Figuras (inscripciones de izquierda a derecha y de arriba abajo). 1: puntas, terminales aéreos (barras), conductor de caballete, conexiones de terminales, abrazaderas de apoyo, conductores, tubo protector, conexión a tierra.
    2: terminales aéreos (barras), puntas hechas de cobre, conductor de cobre, tubo de cobre, conductor protegido, trípode de hierro galvanizado, cable conductor del pararrayos.
    3: terminales aéreos (barras), conexión, conductores,  edificio, terminales de tierra.
    4, 5 y 6: conexión a la lámina o chapa del techo, terminales aéreos (barras), conexión al alero, conexión al alero y canalón, lámina o chapa del techo, conductores, terminales de tierra, caño de desagüe.
    (*) En muchos países se usan aisladores de loza o de porcelana, no porque sea conveniente aislar el conductor del edicio, sino para que el cobre del conductor no toque las grapas o abrazaderas que sujeta a éste, por ser dichas grapas de un metal distinto. Para la toma de tierra, se toma una pica o jabalina de acero cobreado de 15 mm. de diámetro y se clava en tierra húmeda tres metros de profundidad; esto para cada una de las conexiones a tierra. Si en la casa se coloca un solo pararrayos o barra, la pica debe clavarse a unos seis metros de profundidad.Sherlock.
Véase también:
Qué hacer cuando cae un rayo.