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lunes, 16 de abril de 2012

Japón (cómo son sus habitantes y cómo comportarse en ese país).

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JAPÓN
CÓMO SON SUS HABITANTES Y CÓMO COMPORTARSE EN ESE PAÍS
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Por James de Coquet y Kikou Yamata
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.. Fué en Amashidaté donde yo comprendí que el Japón era el país más educado y acogedor del mundo.
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.. Aquel lugar es encantador y de estilo completamente japonés. El hotel, rodeado de camelias rojas, está situado en una colina desde donde se divisa el mar a través de un bosque de pinos obscuros sabiamente alineados.
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.. Una comida típica.Cuando hube dejado mis zapatos en el vestíbulo, una joven sirvienta me acompañó hasta mi habitación, que estaba amueblada sencillamente y tenía una mesita baja en el centro, una lámpara y un ramo de flores. Siguiendo la costumbre de los hoteles japoneses, empecé a desnudarme. Según me iba quitando la ropa, la sirvienta la iba doblando cuidadosamente y la colocaba en un armario empotrado. Cuando me despojé de todo, me dio una yucata, el quimono de algodón, y viendo mi torpeza al ponerme el cinturón que debe ponerse sin atar, vino a ayudarme, sin poder ocultar la risa. Inmediatamente después me acompañó al ofuro.
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.. El ofuro es un baño rectangular de piedra, que se calienta con leña por la parte de abajo; de este modo el agua está siempre caliente. Todas las casas japonesas, hasta las más modestas, tienen su ofuro, y todos los de la casa se bañan todas las noches antes de cenar. La higiene aquí tiene un carácter ritual. El padre se baña el primero, después la madre, después los hijos y por último los criados. En los hoteles, como es natural, los viajeros se bañan según van llegando.
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.. De vuelta a mi habitación cambié mi yucata por un quimono de seda negra con algunos bordados blancos en la parte superior, y me puse a descansar unos momentos sobre los almohadones colocados junto a la mesa. Al poco rato me avisaron que la comida estaba servida. Esta tenía lugar en un cuarto igual al mío. En el Japón, las habitaciones no tienen un destino particular; todas tienen un carácter provisional; este cuarto servía de comedor porque había en el centro una mesa para diez o doce personas. Éramos solamente tres: nuestro anfitrión míster I., un ingeniero francés y yo. Se tiene la costumbre de que los hombres no coman sin compañía femenina; por lo tanto, había dos geishas y otras dos jóvenes cuya presencia no pude definir.
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.. La comida era excelente. Se componía de shachemy, o sea pescado crudo con salsa de soja; de tempura, o sea pescado frito; de algas secas, cogollos de bambú, sopa de crisantemos, pollo asado, arroz y un skiyaki, que es un ragú cocinado en un hornillo en presencia de los comensales y está compuesto por filetes de ternera muy delgaditos, puerros, setas y una verdura parecida por la forma a los macarrones.
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.. Las geishas nos servían en unos preciosos recipientes el sake caliente (especie de vino de arroz), y de cuando en cuando nosotros les devolvíamos la misma atención: llenar el vaso y ofrecerles bebida. Lo mismo hacíamos con las honorables cocineras y con las sirvientas.
Geisha tocando el samisén.
.. Por mi calidad de noble extranjero (el ingeniero era ya cliente antiguo), yo fuí objeto de más atención por parte de las geishas. Las dos me rodeaban, una tocando el samisén con una uña de marfil en el dedo medio, y la otra cantando viejas canciones del país. La que cantaba no valía mucho; en cambio la del samisén, bajo su mata de cabellos negros, tenía una cara muy fina; su piel parecía nácar o porcelana, y se tenía la impresión de que se hubiera rajado a la altura de los ojos y la línea subiera hasta las sienes. Podría haber salido de una estampa japonesa, y yo no cesaba de mirarla.
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.. Al final de la comida, las jóvenes que habían preparado el skiyaki bailaron con mucha gracia unas danzas, aunque sus menudos pasitos no denotaban grandes nociones de coreografía. No eran bonitas. Sus preciosos quimonos contrastaban con sus rojas mejillas, y tenían manos de campesinas. Cada diez minutos sorbían con la nariz en el Japón nadie se suena en público y estaban además algo gruesas.
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.. Esto es un defecto en un pueblo que consume poca carne  y muchos carbohidratos, lo que debería ser compensado con abundante ejercicio físico. Por esta razón los hombres son delgados y las mujeres más bien gruesas, si no trabajan.
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.. Después del baile llegaron los juegos de sociedad, que nunca faltan en una verdadera comida japonesa. Son juegos completamente anodinos. Los que se figuran que las geishas son mujeres perdidas están muy equivocados. Se sorprenderían al ver los juegos tan inocentes que ofrecen como distracción a los convidados. Uno de ellos consiste en hacer circular una vasija de mano en mano y echar en ella, al pasar, un poco de sake. Cuando se ha llenado, el primero que deja caer una gota es el que ha perdido. El castigo es bebérselo. Otro juego consiste en colocar en la boca de un vaso un papel de seda pegado. Todos deben hacer en él un agujerito con un cigarrillo encendido, y el que rompe el papel pierde. El castigo es como el anterior. Como usted puede ver, la comida en compañía de las geishas no puede ser más inocente.
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.. Cuando ya se hizo tarde trajeron la comida para nuestras dos compañeras, y sirvieron a cada una de ellas un plato de pescado frito o crudo, arroz y verdura. Las dos geishas comían con mucha distinción, sosteniendo los palillos por un extremo y no por el centro, como hacen las personas ordinarias, y sirviéndose de ellos como si se tratase de una horquilla y no de unas pinzas. Las bailarinas improvisadas no conocían bien del todo su manejo. La que estaba a mi lado comía con voracidad, y se llenaba la boca de arroz con los palillos, cosa que no debe hacerse. Después, con un mondadientes de madera, se dedicó a la limpieza de sus dientes..., ofreciendo un espectáculo desagradable.
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.. Como todo se acaba en este mundo, llegó también la hora de separarnos. Después de haber dado las gracias repetidas veces a nuestro anfitrión, le acompañamos hasta el vestíbulo, donde una sirvienta le puso los zapatos con un largo calzador de marfil. Yo sentí tener que despedirme de aquella bonita geisha, pues Mr. I., al bajar hacia Maizuru, dejó a estas dos jóvenes en la casa donde vivían con la mayor austeridad bajo la férula de una señora que las había comprado a sus padres cuando eran pequeñas, para enseñarles el arte de distraer y la manera de comportarse en sociedad. Di las buenas noches al ingeniero y cada uno se fué a su habitación, precedido por una sirvienta; la mía tenía un fuerte resfriado. Una vez en mi habitación me enseñó en lecho que mientras tanto me habían preparado. Era una esterilla extendida, sábanas, una manta y dos almohadas rellenas de salvado.
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.. «Mi tonta mujer está muy bien».La señora Katimimura (cuyo nombre es «señora Mil-Generaciones») encuentra en un salón a la señora Odashibuki, a quien sus íntimas llaman «Orgullo de la familia». La primera, que es bastante joven, viste un quimono amarillo con un gran pájaro bordado. La segunda, que ha pasado ya de los cuarenta, lleva un quimono de color de ceniza con florecillas bordadas, muy apropiado para su edad. No puede llevar colores demasiado vivos ni grandes dibujos bordados.
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.. La señora Katimimura, cumpliendo con su deber, saluda a la otra dama mayor de edad inclinándose profundamente y doblando ligeramente las rodillas. Es un movimiento muy gracioso que todas las mujeres del Japón aprenden desde niñas, y lo hacen perfectamente. La señora Odashibuki le corresponde a su vez con un saludo no menos ceremonioso: la señora Katimimura repite de nuevo el saludo, pero esta vez diciendo: «¿Cómo está su honorable dueño?» Entonces la señora Odashibuki se inclinará profundamente y no se pondrá derecha hasta que no haya dicho: «Está muy bien; gracias. ¿Y su señor dueño?» Después seguirán informándose sobre la salud de todos los parientes. En total harán cinco o seis reverencias cada una; desde luego, nunca menos de tres.
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.. El ceremonial de los hombres es el mismo, excepto la flexión de las rodillas y el diálogo.
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.. «¿Cómo está la muy honorable señora Mil-Generaciones?» preguntará, por ejemplo, el señor Odashibuki al señor Katimimura.
.. «Mi tonta mujer está muy bien; gracias». Y cuando su interlocutor le pregunte por su honorable y encantadora esposa, le contestará: «Mi vieja chatarra siempre molestando. Gracias».
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.. Por supuesto, esto no es más que una manera de hablar, ya que los dos maridos están muy orgullosos de sus esposas. Cuando hablan de sus hijos dicen igualmente: «los tontos de mis hijos», aunque los crean muy listos. Todo esto forma parte de la cortesía japonesa, que ensalza lo de los demás y rebaja lo propio.
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.. Etiqueta complicada.La etiqueta japonesa es tan complicada que a su lado la más exagerada de las nuestras haría muy mal papel.
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.. Todas las clases sociales saben cómo comportarse, ya que desde pequeños aprenden lo que se debe hacer en tal o cual circunstancia. El hombre de mundo y de alta sociedad sabía hasta hace poco que debía ir de chistera el día primero de año para hacer las visitas o dejar su tarjeta. El campesino sabe que si está invitado a comer en casa de unos amigos, no debe dejar ni un grano de arroz en su escudilla, porque esto equivaldría a una ofensa. La niña que ha recibido un pastel de regalo, no se lo comerá antes de diez minutos. Podrían pensar que tenía hambre y eso disgustaría a sus padres.
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.. En los países occidentales la buena educación consiste en demostrar una contrariedad que no siempre se siente. «Siento mucho no podérselo indicar», le contestará un inglés al que le hayan hecho una consulta. Sin embargo, muchas veces le tiene completamente sin cuidado que su interlocutor se pierda por las calles de Londres. En el Japón la buena educación consiste en disimular los verdaderos sentimientos para no disgustar a los demás. Por esta razón saben anunciar con una dulce sonrisa la muerte de un pariente.
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.. En incontable número de costumbres de este país está basado siempre en el dominio de sí mismo. Se diría que han sido inventadas para encerrar en un aro a un pueblo violento que estuviera todavía cerca de la naturaleza y conservara un poco de la crueldad de los años pretéritos. Tal vez su exquisita cortesía sea debido a esto. Si dos automovilistas se tropiezan en las calles de Tokio, en vez de insultarse se deshacen pidiendo disculpas y atribuyéndose los dos la falta. Sin embargo, denunciarán enseguida el caso a un agente.
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.. El ceremonial japonés tiene a su servicio un idioma que jamás un extranjero conseguirá llegar a conocer en toda su sutileza. El idioma escrito es diferente del hablado, y éste se divide en dos importantes ramas: la masculina y la femenina. Así como entre nosotros los artículos y los adjetivos indican el sexo de lo que se dice, en el Japón sucede lo mismo además con los verbos y los substantivos. Por este motivo es muy conveniente tener un profesor del mismo sexo; de lo contrario se está expuesto a hablar como una jovencita, como suele ocurrirles a los estadounidenses.
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.. Un día yo pregunté a un japonés cómo se decía «buenos días», y él me contestó:
.. «Buenos días», ¿a quién?
.. «Buenos días» a cualquiera dije yo.
.. Es que aquí los «buenos días» no son iguales para todos. Tenemos unos «buenos días» para los padres, otros para los hijos, para un pariente lejano, para un alto personaje, para los sirvientes... Existe otro para un amigo que no se haya visto en mucho tiempo, y hasta para el fontanero que arregla los grifos.
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.. A pesar de haber pasado largas temporadas en el Japón, todavía no sé cómo he de decir «Buenos días». Quizá habría sido mejor preguntar lo que se debe contestar a una señorita cuando nos dice «moi koko».
James de Coquet.
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QUINCE CONSEJOS
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.. Después de haber «subido» a una casa japonesa, es decir, de haber pasado desde el nivel de la entrada al de las esterillas, no basta con descalzarse. Hay que colocar, además, de los zapatos en dirección a la salida. Con ello evitará que lo hagan las personas de la casa cuando  usted se despida.
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.. En invierno, tenga usted la precaución de no usar calcetines de lana, y si visita los templos lleve otro par de recambio. Se les helarán los pies, y con ellos el entusiasmo.
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.. Si desea usted “dejar nada más una tarjeta”, debe saber que los japoneses se hacen visitas desde la entrada de la casa. Abren la vidriera y dicen en voz alta: Y Gomen kusai (¡Usted perdone!). Lo repiten tantas veces como sea necesario y cuando aparece alguien traspasan el umbral. Se dicen de pie unas cuantas palabras amables y se retiran. Si el que recibió la visita está ocupado o no tiene todavía la casa en orden, agradecerá la rapidez.
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.. No haga usted visitas largas en invierno. Sería obligarles a que le trajeran un brasero... o a que pusieran en un rincón de la cocina una escoba con las ramas hacia arriba. No hay visita que resista el arte mágico de la escoba.
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.. Cuando le reciban en una casa japonesa con alguna etiqueta le enseñarán el kakémoni colgado en la escoba de honor. Admire esta obra de arte como merece y después tome asiento en el almohadón que le han preparado. Sus invitantes quedarán sorprendidos de sus conocimientos artísticos. (No examine con aire de crítico el modo de colocar las flores en un jarrón. Respete este pequeño secreto de la técnica de su anfitrión).
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.. No se arriesgue nunca a ofrecer flores arregladas al estilo japonés; ofrezca un ramo al estilo europeo. Les proporcionará placer y evitará complicaciones imprevistas. Puede usted ofrecer además bombones y dulces; la manera de envolverlos será a sus ojos de gran importancia. Es muy recomendable hacer un pequeño obsequio cada vez que se recibe una invitación.
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.. Antes de exponer el asunto que le lleva a visitar a una persona empiece por hablar del tiempo, evitando los asuntos personales.
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.. Si le dice amablemente “Assobini irashai” (venga usted a vernos) no vaya usted hasta que no le insistan de nuevo. Si ha de hacer una visita de pésame, envíe unas flores o cierta cantidad de dinero, con arreglo a sus medios. Servirá para quemar incienso en honor del difunto.
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.. Si da usted una propina a la sirvienta de la casa donde fue invitado, désela en un sobre; nunca en la mano.
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.. Si fuera usted a habitar en una casa japonesa, antes de entrar pídales un poco de sal y échesela encima antes de pasar el umbral. Así quedará simbólicamente purificado.
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.. Después de un entierro no se visita nunca a la familia.
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.. Si asiste a un banquete, prepárese a beber varias copas de aguardiente de arroz con las personas que le agasajan. Se bebe, en señal de amistad, en la misma copa con los amigos.
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.. Si está usted entre personas de la alta sociedad, no haga cumplidos a las señoras; apreciarán su discreción.
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.. Si le invitan a una comida en compañía de geishas dígales muchos cumplidos; de lo contrario pensarían sus anfitriones que no habían sabido distraerle; pero no se exceda en sus galanterías, porque se creerán obligados a ofrecérselas... y esto le saldría bastante caro.
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.. Debe usted saber que a fin de año se hace regalos a todas las personas que nos han atendido. Se hacen también entre julio y agosto, para el Obon, fiesta en honor de los difuntos. En estas dos ocasiones las gratificaciones son muy generosas, y a los sirvientes se les regalan trajes nuevos.
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.. Procure admirar ente sus amigos todo lo del Japón. Para ellos es el primer país del mundo. Dígales que hará todo lo posible para regresar, pero demuestre su entusiasmo por su propio país. Le apreciarán más todavía. Si ha tenido ocasión de hacer buenas amistades no se extrañe de ver lágrimas en los ojos de sus amigos el día de su partida. Cuando y esté en su país, envíeles su felicitación de año Nuevo. Con esto les probará que su amistad es duradera.
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.. Con estos consejos ya se podrá caminar sin tropiezo por este bello país, tan lleno de misterio y admirables leyendas. Lo que nunca debe perder de vista el occidental es que se trata de un pueblo que nada tiene que ver con el suyo, con una historia más bien sagrada que profana, y con usos y costumbres totalmente diversos. Algunas veces hasta contrarios a los occidentales, como ocurre cuando se comunica una desgracia familiar, que se hace con la sonrisa en los labios, o al indagar por los hijos o mujer de algún japonés, que contesta: «Mis tontos chiquillos, o mi tonta esposa están muy bien».
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.. De todas suertes, lo mejor es observar cuidadosamente las costumbres y no proceder nunca con criterios de países europeos, de tan distinta psicología. La propia lengua debe estudiarse con suma precaución, pues con harta frecuencia varían los giros dirigiéndose a persona femenina o masculina.
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.. Para penetrar ambas cosas, lengua y costumbres, es preciso enfrentarse con ellas en actitud amorosa, y no desdeñándolas como si se tratase de antiguallas ajenas al mundo actual. Son producto de milenios y de una historia rica en leyendas y tradiciones, conservada con mayor pureza que en los países occidentales. Por el Japón, al igual que por todo el Oriente, no pasó el Renacimiento con sus anhelos de profanación y paganismo (*). Por eso, los aires que se respiran son, en no pocos aspectos, casi medievales, y a su unísono es la mentalidad de las gentes.
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.. No es eso primitivismo, sino permanencia en la vida y tradiciones; vinculación del hoy con el ayer. Contemplándolas de esa forma, no le será difícil al occidental captarlas y hasta plegarse a ellas.
Kikou Yamata.
«Saber vivir internacional», publicado bajo la dirección de Pierre Daninos y Doré Ogrizek.
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(*) El autor de esas líneas se equivoca de medio a medio al decir que el Renacimiento occidental tuvo anhelos de profanación. Fue todo lo contrario: una verdadera explosión de talento artístico superior, jamás igualado en ninguna otra época.—Sherlock.

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