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jueves, 6 de mayo de 2010

¿A quién aprovecha la ganancia del capital?


¿A quién aprovecha la ganancia del capital?
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(Condensado de una publicación del Consejo Económico del Estado de Nueva York)
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por Fred I. Kent
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Un colegial que oía con frecuencia comentarios desfavorables al régimen capitalista el hacerlos está muy de moda, le escribió a su abuelo una carta en la cual le pedía que le explicara «cómo puede haber ganancia que no sea a costa del trabajo ajeno». El abuelo, que acertaba a ser Fred I. Kent, doctor en Derecho, presidente del Consejo de la Universidad de Nueva York y ex director de la Junta Federal de Reserva de los Estados Unidos, contestó en la siguiente forma la pregunta de su nieto:
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  Mi querido nieto: Voy a contestar a tu pregunta de la manera más sencilla que me sea posible. La ganancia es el galardón de toda iniciativa que beneficie no sólo al empresario, sino también a sus semejantes. Veamos cómo obra esta ley económica en una sociedad primitiva compuesta, digamos, de un centenar de personas de tan escasa inteligencia, que a duras penas logran satisfacer las necesidades mínimas de su subsistencia trabajando arduamente todo el día.
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.. La colectividad de mi ejemplo habita al pie de un monte. Naturalmente, necesita agua, y, como no la hay sino en un manantial que brota cerca de la cima, todas esas cien personas tienen que escalar diariamente el monte. Emplean una hora en subir y bajar. Después de mucho tiempo de ejecutar día tras día esa tarea monótona y pesada, uno de los hombres observa que el agua del manantial, antes de sumirse en el suelo, corre hacia abajo por un cauce que ella misma se ha labrado, y saca la conclusión de que si, haciendo una zanja a lo largo del flanco de la montaña, prolonga ese cauce, podrá llevar el agua hasta su casa. Empieza, pues, a abrir su zanja. Ninguno de los noventa y nueve restantes se preocupa por saber lo que hace su convecino.
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.. Al fin, terminada la zanja, el ingenioso inventor desvía hacia ella parte del agua del manantial y la recoge en un depósito que ha construído al pie de la montaña, cerca del caserío. Convoca entonces a los otros 99 moradores, que gastan todos los días una hora en ir por agua, y les dice que, si cada uno le diere diariamente lo que produce en 10 minutos de trabajo, les permitirá que saquen agua de su depósito, en vez de ir por ella hasta el manantial. Todos los días recibirá, pues, de sus vecinos el equivalente de 990 minutos de trabajo, y no tendrá que trabajar afanosamente 16 horas diarias para proporcinarse los meros medios de subsistencia. Obtiene, a ojos vistas, una ganancia enorme; pero los otros también salen gananciosos: cada uno gana 50 minutos diarios.
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.. El empresario, que dispone ahora de 16 horas por día para emplearlas como se le antoje, pasa parte de su tiempo estudiando el curso del agua que corre cuesta abajo. Ve que la corriente arrastra piedras y troncos. Como fruto de sus observaciones, construye una rueda hidráulica; y, por último, un molino de maíz movido por la rueda. Vuelve a convocar a sus 99 vecinos y les dice: «Bueno, amigos. Aquí tienen ustedes algo que puede ahorrarles mucho tiempo. A todo el que se comprometa a darme la décima parte del tiempo que economice, le permitiré moler su maíz en mi molino». Todos aceptan la proposición. El promotor hace una nueva ganancia. El tiempo con que los otros le pagan lo emplea ahora en edificarse una casa mejor que la que antes tenía, con mejores muebles, mejor ventilación, mejor calefacción y mayores comodidades de toda clase.
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.. Siguen a estos adelantos muchos otros semejantes, en los cuales el inventor economiza más y más tiempo a sus vecinos, contentándose con que le den en pago sólo la décima parte del trabajo que les ahorra.
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.. Aunque ya no tiene que trabajar para satisfacer sus necesidades, ni es menester para ello todo el trabajo con que se le pagan sus mejoras, el promotor no se entrega a la ociosidad. Constantemente observa y estudia; piensa en nuevos adelantos e introduce nuevos elementos de comodidad y progreso.
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.. Nota, por ejemplo, que uno de los miembros de la colectividad hace zapatos mejor que los demás. Pone a este hombre a hacer zapatos todo el tiempo. Le alimenta y le viste, empleando para ello parte de las ganancias de las mejoras antes mencionadas. Como los otros 98 miembros de la colectividad no tienen ya que hacer zapatos, disponen de más tiempo para otras cosas, y lo único que tienen que pagar por los que obtienen del zapatero general es la décima parte del tiempo que se les ahorra, la cual ponen a disposición del promotor, que ahora es verdadero empresario industrial. El zapatero también gana, pues el promotor le traspasa parte del tiempo que se le paga; esto es, aquél puede disponer de trabajadores que le ayuden, y por tanto sus horas de trabajo disminuyen.
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.. Al cabo de cierto tiempo observa el empresario que uno de los vecinos hace la ropa mejor que los demás. Como en el caso del zapatero, le convierte en sastre único de la comunidad. Y así sucesivamente.
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.. Gracias a la ingeniosidad y diligencia del promotor, se establece la división del trabajo. Cada cual se dedica a la especialidad para la que es más apto. Todos, excepto los más torpes, siguen con interés el trabajo de los otros y tratan de mejorar su propia situación. El resultado final es que cada uno viene a ocupar la posición que corresponde a sus aptitudes, en una colectividad de hombres inteligentes.
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.. Supongamos que cuando el promotor hubo concluído su acequia, y dicho a los demás: «Si me dan ustedes el producto de los diez minutos que les ahorro, les dejaré coger agua de mi depósito», los 99 convecinos le hubieran respondido: «Nosotros somos 99 y usted no es más que uno. Sacaremos del depósito toda el agua que nos dé la gana. Usted no puede impedirlo. No le daremos nada por el agua». ¿Qué habría sucedido? Pues que el iniciador, no viendo aliciente alguno, y sabiendo que, por muchas mejoras que hiciera, tendría que seguir trabajando sin cesar para procurarse los medios de subsistencia, se habría desalentado. La colectividad, lejos de progresar, seguiría vegetando en un estado rudo y primitivo. La vida de sus componentes no sería más que un afán continuo sin otro objeto que conservarla a duras penas; sin enriquecerla con ningún elemento de felicidad ni disminuir las fatigas de su perpetua esclavitud.
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.. Pero supongamos ahora que, en vez de esto, los vecinos del promotor no le hicieran oposición, y que la colectividad creciera hasta que en ella hubiera 10 familias. Pronto se vería que conviene educar a los niños para la edad edulta. Como ahora habría suficiente producción, podrían destinarse algunas de las personas más idóneas a la enseñanza, pagándoles por sus servicios.
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.. Con el desarrollo de la inteligencia y la disminución del trabajo material, los hombres contemplarían la naturaleza, se esforzarían por reproducir en dibujos, el paisaje, los animales... y así nacería el arte. De la imitación de los sonidos de la naturaleza y de la voz humana surgiría la música. Y los que descollaren en el dibujo y en la música podrían consagrar todo su tiempo al arte, dando sus creaciones al resto de la comunidad en pago de una parte de lo que ésta produjera.
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.. A medida que el progreso continuara, cada miembro de la colectividad contribuiría más y más con su trabajo y aptitudes especiales al bienestar de los demás, pero al mismo tiempo necesitaría más y más del esfuerzo de los otros. Y de no intervenir la envidia o leyes injustas que limitaran los beneficios de la iniciativa honrada y progresista, la evolución continuaría indefinidamente, con provecho de todos.
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.. ¿Es necesario decir más para demostrar que puede haber ganancias que recompensen la iniciativa y los esfuerzos del hombre emprendedor, sin que con ellas se quite nada a nadie, y que la libre actividad de tales hombres hace la vida más fácil para todos?
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.. Este gran principio moral rige lo mismo en las grandes naciones que en la pequeña colectividad aquí imaginada. Toda legislación que destruya el aliciente de la ganancia justa y razonable y ponga trabas a la iniciativa del promotor o iniciador honrado, retarda el progreso. La ganancia legítima, lejos de temerse, debe apoyarse y alentarse, pues a todos beneficia y a nadie perjudica.
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.. Tenemos que poner todo nuestro empeño en construir, en lugar de destruir lo que otros, con sudor y trabajo, han levantado. Y tenemos que ser justos para con los demás, so pena de que el mundo no lo sea para con nosotros.
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..Tu afectísimo abuelo, Fred.
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«Selecciones» del Reader’s Digest, tomo V, núm. 31.

4 comentarios:

Silvia dijo...

Mi querido amigo... Excelente la historia del pueblo... Eso es capitalismo muy bien entendido, de esa forma se beneficiaron todos.


Besitos

Sherlock dijo...

¡Gracias por tus comentarios, Silvia!

¡Afectuosos saludos!

Alejandro.

Jaime Núñez S. dijo...

Excelente, hace unos 30 años lo leí en un antiguoa "Selecciones...." no recordaba bien el título, pero con google llegué aquí.

Excelente trabajo!!!!!.

Y un detalle, al mirar las reproducciones de los videos de youtube, se pueden ver en algunos 500.000 reproducciones y 20 comentarios.

Un saludo y a seguir con el buen trabajo.

Sherlock dijo...

Jaime:

¡Gracias por sus comentarios!

¡Saludos!