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miércoles, 29 de septiembre de 2010

La doctrina buena del fracaso Noel Clarasó

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 La doctrina buena del fracaso
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por Noel Clarasó
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Sólo hay un modo seguro de dar una vez en el clavo, y es dar ciento en la herradura.
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.. Los buenos herreros dan en el clavo siempre; lo sé. Pero la imagen del epígrafe, aunque no sea exacta, es buena. No somos todos buenos herreros, ni todo es tan fácil en la vida como dar en el clavo de la verdad.
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.. Pongamos un ejemplo más difícil: el tiro al blanco. Ni un buen tirador hace diana a la primera vez; pero en cien tiros es casi seguro que todos, hasta el que no ha tirado nunca, harán una diana. Queda, pues, bien explicado el único sistema seguro de dar en el blanco: no desfallecer y tirar cien tiros, si noventa no bastan.
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.. Si un tirador yerra la primera vez, se decepciona, dice que el no ha nacido para tirar y abandona el intento, su nombre no figurará jamás en el cuadro de honor de los que han hecho diana una vez. Y si abandona el intento la vez que hace doce, o que hace veinte o cincuenta, tampoco. No ha de abandonar jamás. Ha de seguir tirando hasta que una de sus balas dé en el pequeño círculo negro.
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.. Y, si no es diestro en el tirar y es prudente, antes de empezar calculará así: «He de tirar lo menos cien tiros para dar una sóla vez en el blanco; ¡ánimo, pues!» Y entonces, si acierta en el tiro setenta, tendrá una alegría inmensa por haber triunfado antes del tiempo previsto.
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.. Queda así esbozada la doctrina buen del fracaso. Un fracaso no es nada malo. Es un sencillo fenómeno natural, como la lluvia o el frío. Lo único malo es que el fracaso nos decepcione y nos inutilice para seguir luchando e intentando.
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.. Todos, en el mundo, estamos pretendiendo siempre y si, antes de acometer cada empresa admitimos que un número de fracasos ha de preceder necesariamente al éxito, no nos decepcionaremos jamás. Y bueno será que fijemos de antemano, con cierta largueza, el número de fracasos esperados, y así, si triunfamos con menos, nos parecerá más sorprendente.
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.. Nuestros fracasos, bien amontonaditos, son un firme pedestal para el éxito. Todo consiste en saberlos amontonar bien, uno encima del otro, de modo que se deformen y en conjunto tengan la apariencia de una hermosa columna de piedra; la columna de nuestra voluntad y de nuestra perseverancia.
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.. Todo fracaso, aun el más ruidoso, carece de importancia, mientras no implique una pérdida de confianza en nosotros mismos. Para la reputación (que tampoco ha de ser jamás el objetivo principal) no cuentan los fracasos. Un solo éxito los hace olvidar todos. ¿Quién se acuerda, ante el éxito ruidoso de un libro, que su autor lo ofreció inútilmente a siete editores que lo rechazaron? ¿O ante el éxito electoral de un político que antes fue derrotado siete veces? ¿O ante el éxito de una patente que enriquece al vendedor que antes patentó siete inventos que sólo le contaron dinero y trabajo?
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.. Me atrevo a decir que el fracaso es condición previa indispensable del éxito. Sé que algunos no han fracasado nunca. Bueno; mejor o peor para ellos. Ya he advertido al empezar que no me refiero jamás a casos excepcionales. Es posible que todos los hombres se crean excepcionales, pero es cierto que muy pocos lo son.
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.. Yo decico este libro a los hombres del montón (aunque del montón bueno). El día que quiera dedicar un libro a los hombres excepcionales, les entregaré las páginas en blanco y les rogaré que lo escriban ellos.
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.. Lo que importa no es capitalizar las ventajas. Esto cualquier necio puede hacerlo. Lo que importa es beneficiarse con las pérdidas. Ahí, en esta capacidad de beneficio, está la diferencia entre un hombre juicioso y un hombre necio.
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.. Ataca siempre, lector; la vida es lucha y el que no ataca no vence. Ataca siempre y por los cuatro costados. Obra así, no sólo por la belleza de la victoria, sino por la belleza del ataque, de la lucha. Y sigue atacando después del peor fracaso, que así salvarás la mejor parte de tu personalidad: el valor y la fe en ti mismo.
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.. LOS FRACASOS BIEN APROVECHADOS SON EL MEJOR PEDESTAL DEL ÉXITO.
«Vive más, vive mejor», por Noel Clarasó. 1.ª reimpresión. Barcelona.