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lunes, 7 de junio de 2010

Mentir jamás; o «Jamás venda usted una caja vacía.


Jamás venda Ud. una caja vacía
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por Elmer Wheeler
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No se puede vender nada simplemente con la cara. Se engañan quienes pretenden vender algo por nada. La sinceridad es el gran secreto cuando se trata de convencer a otros a que compartan nuestras opiniones.
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Hace algunos años estuve en una feria provinciana. Me agradan los carnavales, las ferias, las exposiciones y las muestras, porque en ellas se encuentra al auténtico pueblo norteamericano. Los que son como usted y como yo.
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El olor del maíz tostado y de los confites calientes, me encanta. Y aun me atrae más el palique de los charlatanes.
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Hallábame aquél día en el duro tablón que llaman un asiento, mascando maíz tostado en los intervalos de un espectáculo de variedades, cuando un individuo mal vestido salió al escenario con los brazos cargados de cajas.
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—Damas y caballeros —dijo—, aquí tengo cincuenta cajas de los mejores caramelos que se pueden encontrar. Son deliciosos y nutritivos. Contienen abundancia de vitaminas, minerales y hormonas. Puedo también añadir —siguió— que algunas de estas cajas contienen valiosos regalos, como cámaras fotográficas, máquinas de afeitar eléctricas y medias de señora. A las primeras cincuenta personas que levanten la mano les concederé el privilegio de adquirir mis cajas de finísimos caramelos.
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No cobraré cinco dólares, ni dos tampoco. Ni uno siquiera. La caja de deliciosos caramelos y el premio obtenible no valen más que ¡cincuenta céntimos! ¿Quién de ustedes quiere comprar la primera? ¡Usted, caballero!
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De tal modo vendió aquel hombre cincuenta cajas de caramelos por veinticinco dólares. Un hombre exhibió una máquina fotográfica de a dólar. Una mujer obtuvo un par de medias baratas. Otro comprador recibió una estilográfica de cincuenta céntimos. Pero allí no se engañó a nadie, aunque muchos lo temían.
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DE CÓMO A VECES SE PRETENDE ABUSAR DE LA GENTE
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Con todo, aquel magnífico vendedor fue demasiado lejos.
El mayor inconveniente de tales negocios es que suele ir demasiado lejos. Ciertas personas ignoran cuándo llega el momento de suprimir sus actividades. Imaginan que podrán continuar actuando ilimitadamente.
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Muy confiado de su fácil éxito, el vendedor desapareció entre bastidores y volvió con otras cincuenta cajas.
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—Damas y caballeros —dijo—, les he demostrado que sé cumplir con mi palabra. Me he portado con toda corrección. No me lamenté cuando cierto señor recibió una costosa máquina fotográfica por sólo cincuenta céntimos.
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Veamos, pues, si ustedes son tan buenos jugadores como yo. Consideren lo que les digo: si ahora compran alguna de estas cajas, lo harán por su cuenta y riesgo. Puede haber un billete de cincuenta dólares dentro de la caja que adquieran. Y puede no haber nada. Porque nada prometo. Escuchen tan sólo lo que propongo.
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Voy a vender estas cajas a un dólar cada una. No les exijo que las compren. Las pongo a la venta durante tres minutos solamente. Quien adquiera una no la abrirá hasta que se hayan vendido todas. ¿Trato hecho, amigos?
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Todas las cajas se vendieron antes de que expiraran los tres minutos; y el vendedor lo sabía demasiado bien, porque conocía la naturaleza humana.
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Los clientes comenzaron a abrir las cajas. Uno sonrió. La caja estaba vacía. Los demás abrieron sucesivamente las suyas. Vacías todas. El público había pagado cincuenta dólares por cincuenta cajas vacías.
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NO NOS PODEMOS BURLAR IMPUNEMENTE DE LA GENTE
El astuto vendedor sonrió.
—Amigos —dijo—, son ustedes buena gente. Recuerden que no les prometí nada.
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Un tipo alto y descarnado se levantó de su asiento y dijo, pausadamente:
—Seamos o no buena gente, yo voy a rescatar el dólar que usted me ha sacado con engaños.
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Una veintena de personas opinaron de igual modo al mismo tiempo. .
El gran supervendedor fue arrollado entre todos. La gente rescató su dinero y, quizá por vía de intereses, destrozó, además, los efectos del escenario.
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Vender significa dar algo a cambio de lo que se cobra; pero aquel vendedor no lo tuvo en cuenta.
. ¡No intente usted nunca vender una caja vacía!
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Incluso se debe tener en la caja más de lo que el comprador espera encontrar.
Sólo así se puede conservar la amistad de la gente, tanto en el sentido comercial como en el social.
Elmer Wheeler, «Cómo venderse a sí mismo»; traducción española por Jaime Vicens Carrió.

2 comentarios:

Silvia dijo...

Siempre hay que obrar con decencia en la vida... La mentira siempre tiene pata corta.

Besitos.

Sherlock dijo...

Así es, Silvia.

¡Gracias cordiales saludos!